jueves, 2 de octubre de 2008

¿SALVACIÓN INDIVIDUAL?




Salvación individual

Si el Estado no se ocupara de niños desnutridos o que mueren por falta de atención médica estaría incumpliendo una de sus funciones esenciales.

Si se despreocupara por la calidad educativa y acceso al estudio de la población también estaría faltando a una de sus obligaciones básicas.

Si no tuviere compromiso por garantizar la seguridad personal y de defensa de las fronteras nacionales estaría eludiendo responsabilidades propias afectando la tranquilidad de la población.

Si descuidara el horizonte de ingresos de los trabajadores en la etapa de retiro del mercado laboral estaría vulnerando uno de los principales pilares de su indelegable objetivo de cohesión social.

Como esas misiones no han sido satisfechas para las mayorías a lo largo de las últimas décadas, los sucesivos gobiernos que transitan por el poder y, por lo tanto, ejercen el control del sector público, incluyendo a la administración kirchnerista, son criticados. El legítimo reclamo de gran parte de la población se encuentra en que el Estado debe asumir con solvencia esos deberes indispensables para fortalecer la sociedad. Pero, a veces, esto implica enfrentar al poder, que no es otro que el económico.






Poner fin a las AFJP es una medida trascendente para que el Estado pueda cumplir con más autoridad una de esas tareas fundamentales. Para ello se debe tocar al poder financiero. Como se sabe, nunca es buen momento para afectar esos intereses, ya sea porque la economía está creciendo y no hay que perturbar las expectativas o ya sea porque existe una crisis y se corre el riesgo de agudizarla. De esa forma, desde hace varias décadas esa lógica extorsiva ha vuelto intocable al poder financiero.

Limitar el debate a la gestión del Gobierno y a los motivos que lo llevó a impulsar esa iniciativa resulta un abordaje político de vuelo bajo y, en realidad, encierra la defensa de los intereses mezquinos del poder financiero. Para algunos es legítimo pensar que durante estos cinco años no se ha hecho nada en recuperar el Estado en esas funciones básicas de articulación y cohesión de una sociedad moderna. Es motivo de acaloradas polémicas lo realizado por la administración kirchnerista, y será interesante el saldo de esas discusiones en perspectiva histórica. Habrá conclusiones para todos los gustos. Sin embargo, esa controversia no podrá ignorar que si existe una medida que busca avanzar sobre el poder financiero, la reconstrucción del sistema previsional, la previsibilidad de las jubilaciones y la justicia distributiva es la de terminar con las AFJP.

Lo que está en discusión no es un determinado gobierno, sino el rescate del sistema de seguridad social que excede a una administración. Ésta, la próxima, que puede ser de otro color político, y las sucesivas, podrán manejar un régimen jubilatorio que ya no será un botín de la asociación de financistas & afines. Se ponen en juego la concepción de sociedad y las funciones y derechos sociales que el Estado debe atender. Cuando esas obligaciones son transferidas al sector privado, además de convertirse en un negocio de intereses particulares, provocan una fragmentación social y ruptura de lazos de solidaridad.

Existen sociedades más individualistas, donde los grupos de presión representan múltiples intereses atomizados y la organización social privilegia la lógica del mérito individual. Son países donde la segmentación social es reproducida en las instituciones, por ejemplo en las de protección social. También existen sociedades más comunitarias, donde el Estado de Bienestar en facetas liberal, corporativo o socialdemócrata ejerce la potestad sobre el sistema de políticas sociales como eje articulador de la legitimidad de la organización social. Esta vía de intervención del sector público se observa en Europa con distintas características dependiendo de los países.

El concepto de cuentas personales con el aporte previsional del trabajador, descontada una elevada comisión cobrada por las AFJP, se convierte en una de las batallas culturales más fuerte. La idea de la salvación individual acumulando fondos en una cuenta de una empresa financiera ha sido la gran obra maestra del neoliberalismo.

Las privatizaciones de los servicios públicos no tardaron en mostrar su rostro oscuro de malas prestaciones, pocas inversiones en infraestructura, segmentación de clientes favoreciendo a los de mayores ingresos, desestructuración productiva de proveedores locales y ganancias fabulosas para los grupos de control. Las bondades que el marketing presentaba por el manejo privado de servicios esenciales para la población se revelaron vacías. En cambio, con las AFJP en algunos sectores aún permanece esa fantasía de futuro venturoso que tan bien supieron construir a fuerza de millonarias campañas de publicidad. Esa falsa idea de la salvación individual está incorporada por muchos de los afiliados a esas administradoras pese al desprestigio de los bancos luego de la estafa del corralito, de la impunidad del sistema financiero y del fracaso estrepitoso del fundamentalismo de mercado de Wall Street. El argumento irritado que sostienen esos aportantes es que ellos son dueños de decidir si quieren ser estafados o no por las AFJP, actuando como si fueran logrados prototipos de un ensayo social para demostrar la existencia del síndrome de Estocolmo.

Estos mismos trabajadores padecen de la ilusión monetaria de pensar que tienen un fondo de 50 mil, 100 mil y hasta 200 mil pesos, y que son personas afortunadas con ese dinero propio porque podrán tener una muy buena jubilación privada. Esos montos brindan esa sensación de redención individual frente al resto del mundo miserable. Pero no es así. No poseen un derecho patrimonial sobre esos fondos como si fueran cajas de ahorro, sino que es un derecho previsional. Cálculos actuariales, crecimiento de la expectativa de vida y la lógica financiera de las compañías privadas que pagarían esa jubilación (aseguradoras de retiro) muestran con datos “objetivos”, como gustan hablar los abanderados de la restauración conservadora, que las AFJP son una estafa conceptual en términos de previsión social.

Todavía más claro se refleja en el espejo del modelo chileno de jubilación privada de AFP, que en 2011 cumplirá treinta años de vigencia, lo que implica un modelo que ya alcanzó su estado de maduración. Alrededor de 100 mil chilenos alcanzan por año la edad de jubilar. De ese total, unos 50 mil todavía siguen siendo atendidos por el sistema público por el período de transición entre el régimen estatal y el privado. De los restantes 50 mil, más de la mitad descubre que los fondos acumulados en las AFP no les alcanzan para lograr la pensión mínima, y tampoco tienen los aportes requeridos para conseguir la garantía estatal (20 años de contribuciones). Aquellos que están en edad de jubilarse, la mayoría se encuentra con que sus pensiones de AFP son menos de la mitad de las que obtienen sus colegas de similar edad y remuneración que lograron permanecer en el sistema antiguo (por ejemplo, los militares que Pinochet protegió de las AFP). Más de la mitad de los afiliados son mayores de 36 años y aportan menos de 4,2 meses por año. A ese ritmo, van a acumular menos de 184 aportes al cumplir la edad de jubilar y, por lo tanto, no van a tener derecho a la pensión mínima estatal (se requieren 240 aportes). En esa instancia intervino la reforma de Michelle Bachelet para asegurar ese ingreso básico, además de extender la asistencia estatal a las jubilaciones. En esas condiciones, más de la mitad de la fuerza de trabajo chilena –3,5 millones de personas– no tiene cobertura digna de parte del sistema de AFP, como no sea retirar los magros ahorros acumulados. Esta conclusión surge de estudios recientes de la Superintendencia de AFP e incluso de la propia Asociación de AFP.

El fin de las AFJP se adelanta a ese descampado previsional, que ya se vislumbra con los actuales jubilados privados. Del total de 445 mil que existen en la actualidad, casi el 80 por ciento requiere de algún tipo de asistencia del sector público para alcanzar un haber mínimo, con 33 mil jubilados que ya tienen su cuenta individual consumida. Se expone así con contundencia la falsa idea de la salvación individual: el Estado, por el deber indelegable de garantizar derechos sociales esenciales, como bien exige la sociedad y la opinión mediática, conjura para los trabajadores el desierto previsional que le esperaría con las AFJP.

Alfredo Zaiat



El negocio de los bancos

Las dos grandes promesas cuando nacieron las AFJP fueron que los futuros jubilados de capitalización ganarían más y que el Estado se libraría de la enorme carga fiscal de liquidar haberes a millones de personas. En términos individuales se ofrecía una solución al problema endémico de jubilaciones miserables. Para el Estado se encontraba una salida estructural a los desequilibrios crónicos.

Pasados catorce años desde el inicio del sistema, la realidad es muy distinta. Por las sucesivas crisis de los mercados y por las elevadas comisiones de las administradoras, los fondos capitalizados fueron tan exiguos que hoy 183.225 jubilados de AFJP, el 41 por ciento del total según datos de Anses, necesita del rescate del Estado para llegar a cobrar la mínima. De ellos, 33.000 agotaron todo lo que tenían en sus cuentas. La perspectiva a futuro no es mejor: con apenas 9928 pesos ahorrados en promedio por los 9,5 millones de afiliados a las AFJP, los hombres recibirían de su administradora apenas 56 pesos en promedio si se jubilaran hoy, mientras que las mujeres –con mayor expectativa de vida– alcanzarían apenas 50 pesos mensuales.

El Estado debió gastar este año 4000 millones de pesos para apuntalar a las AFJP, cifra que en 2009 crecerá en 400 millones y subirá 50 por ciento en cinco años, para totalizar más de 25.000 millones de pesos en un lustro. En definitiva, ni los jubilados ganan bien ni el Estado zafó de la carga fiscal.

Las jubilaciones:

- Un total de 294.000 jubilados de capitalización que cobran retiros programados, fraccionarios y pensiones por invalidez ganarán el mes que viene entre 15,3 y 17,2 por ciento menos que el promedio de 2007 por el achicamiento de sus cuentas previsionales a raíz de la crisis de los mercados. La caída de acciones y bonos en que están invertidos sus ahorros reduce los fondos administrados y el valor de las cuotas partes.

- La Superintendencia de AFJP informó ayer que la rentabilidad anual promedio de septiembre sufrió el retroceso más fuerte en lo que va del año, del 2,3 por ciento en términos nominales y un impactante 10,1 por ciento en términos reales. Eso significa que la plata de los clientes de las AFJP rinde 10,1 por ciento menos que hace un año. La rentabilidad real bajó todos los meses en 2008.

- Las AFJP recaudaron de sus afiliados 1063 millones de pesos en septiembre. A pesar de ello, el fondo administrado, que en agosto era de 97.920 millones de pesos, no creció, como era de prever, sino que cayó de manera estrepitosa a 94.442 millones. En lugar de pasar de 97.920 millones a 98.983 millones, la caída a 94.442 millones denuncia una pérdida de dinero de 4541 millones de pesos sólo en septiembre.

- Si la comparación entre los fondos administrados y la recaudación se extiende a los últimos doce meses, los resultados son escalofriantes. Los afiliados a las AFJP pusieron entre octubre de 2007 y septiembre de 2008: 11.141,5 millones de pesos. El fondo administrado, lo que acumularon las AFJP de sus cotizantes en más de catorce años de funcionamiento, sumaba 96.601 millones de pesos en octubre del año pasado. Si a eso se agregan los 11.141,5 de nuevos aportes, como mínimo el fondo debió haber llegado a 107.742,5 millones de pesos el mes pasado, y eso sin contar las inversiones de las AFJP que supuestamente deberían haber hecho crecer los recursos. En lugar de ello, el fondo administrado quedó el mes pasado nada más que en 94.442,6 millones. La pérdida en doce meses fue de 13.299,3 millones de pesos. Eso implica que los actuales jubilados del régimen privado obtienen cada vez menos de su AFJP, mientras que los jubilados futuros ven depreciarse sus ahorros sin poder hacer nada al respecto.

- El punto anterior es lo que demuestra que las cuentas de las AFJP no pueden compararse con cajas de ahorro bancarias. No hay derechos adquiridos. De lo contrario, todos los afiliados a las administradoras deberían hacerle juicio a su AFJP por haber perdido miles de pesos aportados.

Pero esta historia no es nueva. No se limita al Efecto Jazz, sino que tiene sobrados antecedentes. El régimen de capitalización comenzó a operar a mediados de 1994. Apenas unos meses más tarde estallaba la primera crisis financiera que barrería con los pocos pesos que habían juntado los recién afiliados. Ese derrumbe de los mercados tuvo epicentro en México y se conoció como Efecto Tequila. Dos años más tarde el colapso se trasladó al sudeste asiático, pero la distancia no evitó que las acciones y bonos en que invertían las AFJP en Argentina sufrieran otra dura caída.

En 1998 siguió el default ruso y el país directamente entró en recesión. En 1999 devaluó Brasil y los mercados otra vez temblaron. En 2001 la convertibilidad hizo eclosión, llevando los instrumentos financieros atesorados por los clientes de las AFJP a pisos históricos. En julio de 2007 empezó a derrapar Estados Unidos, hasta que se llegó a la situación actual de colapso a escala global. En resumen, en catorce años de AFJP hubo seis crisis financieras que ocuparon ocho años de malos resultados para sus inversiones.

A pesar de ello, las AFJP nunca bajaron las comisiones. Se llevaron en promedio 33 pesos de cada 100 aportados por los afiliados. Como en 2001 Domingo Cavallo bajó los aportes previsionales en capitalización a 5 por ciento buscando disimular la hecatombe que se venía para la convertibilidad, y esos aportes recién este año volvieron al 11 por ciento, los clientes de las AFJP juntaron poco y nada. En 2001, quien tenía un salario de 1000 pesos aportaba 50 para su jubilación en el régimen privado. Como las AFJP mantuvieron las comisiones, retuvieron 26 pesos del aporte e ingresaron a la cuenta de sus afiliados apenas 24.



El Estado: Uno de los efectos más evidentes de que el régimen de capitalización falló como sistema universal es que el Estado tiene que salvar de la ruina a miles de personas. - Sobre 446.000 jubilados, pensionados y beneficiarios de retiros por invalidez que cobran de las AFJP, el 41 por ciento ganaría hoy menos de la mínima si el sector público no pusiera dinero todos los meses para que puedan llegar a ese piso. - 33.000 clientes ya agotaron todo lo que tenían en sus cuentas. - En la reforma previsional de 2007, el Gobierno aceptó socorrer a quienes les faltan diez años para jubilarse y no llegaron a acumular en sus cuentas ni siquiera 20.000 pesos.

Los hombres de 55 años y las mujeres de 50 en esas condiciones pasan automáticamente al sistema de reparto, adonde podrán aspirar a la mínima si es que completan 30 años de aportes o a la jubilación por vejez en condiciones más flexibles. El número de trasladados es sorprendente: 197.600 el año pasado y 224.400 en lo que va de 2008, para totalizar 422.000, según datos oficiales de la Superintendencia de AFJP. - En catorce años de existencia de la jubilación privada, los 9,5 millones de afiliados lograron recolectar apenas 9928 pesos en promedio, también según la Superintendencia del sector. Existe un cálculo actuarial que permite estimar cuánto necesitan acumular los hombres para su retiro.  

 Para cobrar un peso de jubilación, debieron haber juntado 178. Por ejemplo, para recibir 1000 pesos de la AFJP un hombre tuvo que acumular en su etapa activa 178.000 pesos en su cuenta. Con los 9928 pesos existentes en la actualidad como promedio de los 9,5 millones de afiliados, a un hombre le alcanza para cobrar 55,7 pesos mensuales de la AFJP.

En el caso de las mujeres, la división hay que hacerla por 200 pesos, debido a que ellas tienen mayor expectativa de vida y entonces deben prorratear sus ahorros por mayor cantidad de años. Con 9928 pesos obtendrían 49,6 de jubilación. - Con estas proyecciones es más que evidente que el Estado tendrá que salir a rescatar de una forma u otra a los futuros jubilados de capitalización, lo que le costará miles de millones de pesos.

 Sin embargo, si el régimen privado no fuera eliminado, el Estado cargaría sólo con la obligación de poner plata, mientras que las AFJP seguirían con un negocio que les reporta millones en comisiones.  - De hecho, el Gobierno ya está teniendo que desembolsar miles de millones de pesos para complementar los haberes de los jubilados de capitalización que no llegan a cobrar la mínima. Son 4000 millones este año y serán 4400 millones en 2009. Anses estima que la cifra crecerá un 50 por ciento en 5 años, por lo cual en ese período el rescate insumirá más de 25.000 millones de pesos. - Por la pérdida de aportes previsionales durante 14 años que fueron a las AFJP en lugar de integrar las arcas del Estado, especialistas como Sergio Fiscela estiman que el Tesoro perdió 100.000 millones de dólares, una cifra equivalente a lo que creció la deuda pública en ese período.



Breve historia del sistema previsional

El sistema previsional argentino tuvo una serie de modificaciones desde que hace quince años se sancionara la ley 24.241. En ese sentido, el 23 de setiembre de 1993 el Congreso sancionó la ley 24.241 que implantó el Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones (SIJP), que puso fin al régimen único previsional estatal. El nuevo sistema reconoció dos regímenes: de reparto (estatal, de las mismas características que el anterior) y de capitalización (mixto, con una Prestación Básica Universal, común con el régimen de reparto, y una parte privada manejada por las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones, AFJP).

Asimismo, el 1 de julio de 1994: Comenzó a regir el SIJP. Aquellos aportantes que no hubieran hecho expresa su determinación por alguno de los dos regímenes, fueron derivados automáticamente a una AFJP. Si bien, con límites, el aportante podía cambiar de administradora, pero no así volver al régimen de reparto. Los aportes personales de los trabajadores en relación de dependencia pasaron del 10 al 11 por ciento.

La edad jubilatoria se subió cinco años más: para hombres (65) y mujeres (60). En junio de 2001: el Gobierno realizó un canje compulsivo de bonos, por el que ofreció Préstamos Garantizados, que pasaron a las carteras de inversiones de las AFJP. En diciembre de 2001: se redujeron los aportes personales a las AFJP del 11 al 5 por ciento, con el propósito de impulsar el consumo. A mediados de 2002 subieron al 7 por ciento.

El 27 de febrero de 2007: Mediante la ley 26.222. Se estableció el sistema de "doble vía" o libre opción jubilatoria, por el que terminó la imposibilidad de volver al régimen estatal y se permitió ejercer la libre opción cada cinco años. En tanto, en enero de 2008: Los aportes personales volvieron al 11 por ciento original. Posteriormente en octubre de 2008: se estableció la movilidad de las prestaciones que permitió actualizarlas en marzo y septiembre de cada año, en función de los recursos disponibles.

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