viernes, 6 de julio de 2012

DEVUELVAN A LOS CHICOS










Faltan 400, más o menos. Esa ausencia es la amarga prueba de que la dictadura sigue entre nosotros, que no se fue del todo.

Por eso, claman en silencio los ojos del amor recobrado, esperan, llaman a la puerta de la memoria para despertar conciencias enmohecidas. Los ojos piden justicia, acosan a la impunidad que se adueñó de la vida de miles de compatriotas. Buscan a otros ojos ocultos en la ignorancia o la mentira. Los ojos no sonríen, sólo respiran aliviados cuando unas gotas de justicia mojan la tierra yerma de violencia irredenta.

Los otros ojos, los 400, deambulan por ahí, quizás sin saber que los andan buscando, y en ese desconocimiento se prolonga una agonía que lastima a cada rato, salando las heridas.

No hacía falta, pero la confirmación de la Justicia es un hecho trascendental en la sociedad: el fallo que condenó ayer a Jorge Rafael Videla y a otros VIEJITOS ASESINOS, por el plan sistemático de robo de menores perpetrado durante la última dictadura cívico militar, parió una nueva historia en el Estado, en los tribunales, en nuestra sociedad.

Ellos guardan dolorosos secretos que se llevarán a la tumba. No han querido hablar en todos estos años. No han asumido sus responsabilidades, sus culpas. Son cobardes enfrascados en la ideología del miedo que infundían en sus prisioneros, y ahora los atormenta a ellos. No se arrepienten, simulan soberbia, pero en soledad, frente al espejo, son pusilánimes derrotados por la historia.

    Después de 30 años de cometidos los delitos, y al cabo de 16 años de la denuncia original realizada por Abuelas de Plaza de Mayo, el Tribunal Oral Federal 6 encontró al dictador Jorge Rafael Videla penalmente responsable por la sustracción, la retención y el ocultamiento de menores, y la supresión de su identidad, en 20 oportunidades, la cantidad de casos ventilados en el juicio durante los últimos 15 meses, y lo condenó a 50 años de prisión.

    Es decir, la Justicia dio por probada la existencia de una “práctica sistemática y generalizada de sustracción, retención y ocultamiento de menores de edad en el marco de un plan general de aniquilación que desplegó sobre parte de la población civil, con el argumento de combatir la subversión implementando métodos del terrorismo de Estado durante los años 1976 a 1983, de la última dictadura cívico militar”.


Emoción, lágrimas, alivio. Nuevo desafío por encontrar a los 400 que faltan. Lo demás es anécdota, un escalón más en la marcha dura y lenta de las Madres y las Abuelas, y ahora también los nietos.

Videla y sus amigos, ora crueles torturadores, ora tiernos abuelitos, tienen suerte, ni siquiera van a cumplir las penas que pesan sobre sus decrépitas humanidades. Van a morir antes de cocluir las condenas. Pero no importa, El repudio popular los seguirá a cualquier rincón de la galaxia donde sus pútridas almas intenten esconderse.







Daniel
Mancuso









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